A veces tenemos ciertas costumbres que incomodan y molestan a nuestros compañeros. Antes de preocuparnos, debemos saber que estamos a tiempo de cambiarlas.
Si últimamente estás sintiendo que tus compañeros te evitan, si siempre dejan de hablar cuando tú te acercas, si te encuentras solo en la fiesta de fin de año de la empresa y nadie se te acerca a preguntarte cómo estás, tal vez el problema esté en ti. Existen ciertos hábitos que pueden molestar a nuestros colegas, y tal vez tú los tengas y aún no te hayas dado cuenta de ellos. No pienses en renunciar a tu empleo sin antes considerar cambiarlos, por tu propio bien y el de los demás.
No saludas
Si eres de aquellos que llegan a la mañana siempre apurados y ni siquiera se toman la molestia de saludar a sus compañeros, o si ni siquiera levantas la vista al hacerlo, piensa que la imagen que estás dando es extremadamente fría y distante. Recuerda que cualquiera necesita sentirse tratado como una persona. No consideres que parar un momento junto al escritorio de un compañero para preguntarle cómo está sea una pérdida de tiempo: por el contrario, se trata de una inversión para mejorar el ambiente laboral.
Eres chismoso
Basta con que alguna vez te hayas dejado llevar por el impulso de comentar un rumor oído en el pasillo para hacerte una terrible fama en el trabajo. Si para colmo de males alguien resultó perjudicado por tus comentarios fuera de lugar, es de esperar que te hayas ganado una mala reputación y cierta antipatía. Si te reconoces como “vocero” de secretos ajenos, detente de inmediato pues esto puede dañar irremediablemente tu carrera.
Te tomas mucho tiempo con tus llamadas personales
Nadie espera que seas un robot en tu puesto de trabajo y que no atiendas a tu hijo cuando te llama para contarte que tuvo una pelea en la escuela. Sin embargo, si tienes el hábito de pasar muchos minutos del día enfrascado en largas conversaciones con tu familia, tu pareja o tus amigos, esto les empezará a molestar a tus compañeros, que verán en ti a alguien que deja de lado sus responsabilidades. Y, con razón, sentirán que esta actitud tuya termina por perjudicar a todo el equipo.
Eres el adulador del jefe
Si quieres ganarte a tus superiores, que sea por tu buen desempeño, y no por endulzarles el oído con constantes elogios. Si te esfuerzas desesperadamente por agradar, verás que termina siendo contraproducente. No sólo molestarás a tus compañeros, sino que tu propio jefe terminará por cansarse de tu actitud.
Llegas tarde
No solamente a tu jefe le molesta verte llegar día por medio con diez minutos de retraso y un puñado de excusas para justificarte. A todos les puede pasar alguna vez, pero si tu impuntualidad es crónica, tus compañeros sentirán que eres holgazán y que ellos mismos están sobrecargados de tareas porque tú no estás ahí para hacerte cargo. Lo mismo ocurre si te extiendes más de la cuenta en tu horario de almuerzo.
Eres extremadamente desordenado
Es cierto que tu escritorio, tu oficina o tu espacio son tu propia responsabilidad. Pero también es verdad que si el desorden es extremo, a tus compañeros se les hará muy difícil lidiar con él. Si el jefe se queja de que no encuentra un documento que estaba sepultado en una montaña de papeles bajo tu escritorio, si se gasta más de la cuenta en insumos de librería porque vives perdiendo las plumas y la cinta adhesiva o si un compañero viene a reemplazarte cuando estás enfermo y no puede encontrar nada en el caos de tu oficina, con tu desorganización estarás perjudicando a todos.
Robas elogios ajenos
Si sueles aceptar los elogios de tu jefe por un trabajo del cual no eres responsable (o al menos lo eres sólo en parte), también con ello te ganarás la antipatía de tus compañeros. Siempre es importante destacar el trabajo de los demás y dejar que ellos también se lleven el crédito. Lo mismo ocurre si eres el jefe de un equipo y no reconoces el mérito de tus subordinados. Por ello, siempre que recibas un elogio por un trabajo compartido no dejes de agregar “gracias, pero no fui sólo yo, conté con la ayuda de…”.
Marcas todo el tiempo los malos hábitos ajenos
No está mal de vez en cuando hacer alguna crítica constructiva a tus colegas, así como sugerirle maneras de mejorar su desempeño. Pero tampoco hay que irse al extremo de transformarse en un crítico. Por ejemplo, una cosa es hacerle notar a tu colega, de forma confidencial, que es la segunda vez en la semana que llega tarde y que el supervisor estuvo preguntando por ella, y otra es, a voz en cuello y delante de otros compañeros, saludarla con “Ay, pero yo a ti es la última vez que te cubro, ¿entendido?”.
Fuente: www.profesion.es