Los roces entre compañeros son inevitables en cualquier centro de trabajo. Últimamente son uno de los temas que más preocupan a los responsables de RRHH, que ven cómo los problemas entre los empleados repercuten en el desempeño de sus funciones.
Hay personas que parecen proponerse hacer la vida imposible a los que los rodean. ¿Cómo detectarlos? ¿Y cómo intentar evitar que consigan su propósito?
A un enemigo se le reconoce porque:
– Se toma como ataque personal un gesto o comentario que no estaba dirigido específicamente a nadie en particular.
– Trata mal a todo el mundo sin ninguna justificación.
– Pasa al ataque a la primera ocasión que se le presenta.
Los tipos de enemigos que pueden darse en una oficina son:
– El agresivo: es aquel que manifiesta su descontento con ataques directos, gritos, insultos y escenas violentas.
– El hipócrita: el que intenta parecer buen compañero pero, en cuanto el otro trabajador se da la vuelta, aprovecha para hacer comentarios malintencionados al resto de la plantilla.
– El alpinista laboral: usualmente realiza las mismas funciones que otros trabajadores y está pendiente de cualquier error que cometan para denunciarlo a los jefes.
– El grupo: es un grupo de compañeros, que generalmente tienen relación más allá de la oficina, que lanza indirectas sobre la vida personal de los demás.
– El perezoso: aquel que intenta liberarse de su carga de trabajo pasándosela a otros sistemáticamente.
– El jefe: aquel superior cuyo argumento principal es “aquí el que manda soy yo“.
Cómo evitar que nos perjudiquen:
– Actuar con mucha firmeza y objetividad. No tener miedo a tomar decisiones, aunque sean impopulares.
– Saber delegar responsabilidades y trabajar en equipo, a pesar de los roces.
– Reconocer los méritos de aquellos que podamos llegar a considerar enemigos.
Fuente: www.blogcapitalhumano.com